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Fecha publicación: 03/07/2012

La sostenibilidad es la prioridad número uno de los países, del IRC y de los socios del sector. Ahora que tenemos conocimiento sobre el elevado índice de averías en bombas y tuberías, estamos alarmados.

¡Y debemos estarlo! No sólo porque las averías son una pérdida de la inversión y de dinero de los contribuyentes, sino también porque las personas tienen que volver a las fuentes de agua contaminadas y esperar pacientemente a que una ONG o un político generoso venga a ofrecerles un nuevo sistema.

Así que, efectivamente, hay razones para estar enojado y no aceptar que las infraestructuras se desmoronen. El sistema debería funcionar continuamente, si no es así es necesario saber lo que está pasando y hacer algo al respecto.

¿Qué es exactamente lo que necesitamos saber? ¿Si el sistema funciona o no? Esto no es tan fácil porque la bomba puede estar rota, pero el pozo de 100 metros de profundidad puede estar en perfectas condiciones. La presión en el sistema de tuberías puede haber caído un 50%, pero aún sale agua de los grifos. La funcionalidad de la infraestructura como una expresión de la sostenibilidad es un concepto problemático.

La funcionalidad como indicador refuerza el enfoque de las infraestructuras en el suministro de agua, un enfoque presente en nuestras venas. Hay una bomba, por lo tanto hay agua. Está en el centro de la financiación del desarrollo, es la parte visible de nuestros emprendimientos de desarrollo, aparece en las portadas de las revistas de caridad y en los discursos electorales de los políticos. Es un regalo proporcionado por la gente buena a la gente pobre.

¿Qué sucedería si analizáramos la bomba de agua desde el punto de vista del consumidor? ¿Realmente nos importa qué tipo de planta filtra nuestra agua, si el agua proviene de ríos o acuíferos o las clases de tuberías utilizadas? El consumidor quiere agua, un servicio que le suministre el vital líquido de buena calidad y segura, en cantidades suficientes en sus hogares durante las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Estamos dispuestos a pagar por un buen servicio ininterrumpido sin importar cuál sea la infraestructura que la proporcione.

El agua es un tema que puede analizarse desde diferentes puntos de vista, desde una perspectiva de servicio o como un elemento de infraestructura. ¿Cómo garantizar un nivel de servicio en condiciones adecuadas de cantidad, calidad, accesibilidad y fiabilidad?

Para  lograrlo hay que supervisar los servicios, comprobar la calidad del agua y realizar actividades de operación y mantenimiento de la infraestructura, estas son las preocupaciones diarias. Para lograr un servicio adecuado a largo plazo es necesario financiar, establecer tarifas,  planificar, regular y monitorear su implementación. No es un trabajo agradable porque se relaciona con la gobernanza, la gestión, la formulación de políticas y su ejecución, la construcción de  capacidades y la transparencia, lo que resulta mucho más complejo que el suministro y/o sustitución de piezas, pero es la única forma de hacerlo.

La sostenibilidad puede analizarse desde diferentes enfoques en este caso, la sostenibilidad se  refiere a lo que reciben los consumidores. Al aceptar este punto de vista, podemos romper con de el enfoque de donaciones para el  aprovisionamiento de agua. Es posible comenzar entonces de manera sistemática con la búsqueda de la gobernabilidad y la capacidad para planificar y gestionar. Esto permitirá lograr  tener un sector de agua y una nación que trabaje por lograr la adecuada prestación de los servicios .

Es un cambio importante  que se necesita con urgencia.  Al parecer, los indicadores de los nuevos Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) post-2015, estarán basados en el derecho humano  al acceso al agua, el saneamiento y la higiene (WASH-siglas en inglés) suscritos por la ONU. Esta situación resulta positiva teniendo en cuenta que los derechos humanos también se acercan al agua desde la perspectiva del consumidor.  Así que tal vez en unos pocos años la comunidad internacional pasará a utilizar la cantidad, calidad, fiabilidad y accesibilidad como indicadores para el servicio de agua, en lugar del acceso a una fuente mejorada o la cobertura.

En realidad, esto sería maravilloso y estimularía a los países y socios de desarrollo a invertir en la generación de capacidades, en la gobernanza, el monitoreo, los sistemas de apoyo y en la gestión de activos. Las iniciativas de los donantes bilaterales, incluirían controles de sostenibilidad en sus acuerdos de financiación, y las ONG internacionales estarían responsabilizadas con la sostenibilidad por varios años, en lugar  de por el número de puntos de agua.

Todavía hay mucho por hacer, pero el cambio de enfocar el problema dal agua como un elemento de infraestructura a hacerlo como un servicio, va tomando forma, y seguramente cambiará radicalmente la gestión del agua en los países y las relaciones de ayuda.

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